Escribe en su cuaderno de renglones azules. Sus siete años manejan con destreza el lápiz negro y dan brillo a las sorpresas de su ortografía propia. Habla, ya me ha dicho, de su vida en ese diario. Es secreto, papá, ¿querés que te lo lea? Me pregunto si soy ella. Y sin que le responda arranca vacilante. Sílaba tras sílaba desteje ese relato de minucias decisivas. Se traba, pero sigue. Vacílaba, y avanza. Levanta los ojos, al final. Me mira como si yo fuera su adentro, afuera.
15 de octubre de 2008
Muriel
Escribe en su cuaderno de renglones azules. Sus siete años manejan con destreza el lápiz negro y dan brillo a las sorpresas de su ortografía propia. Habla, ya me ha dicho, de su vida en ese diario. Es secreto, papá, ¿querés que te lo lea? Me pregunto si soy ella. Y sin que le responda arranca vacilante. Sílaba tras sílaba desteje ese relato de minucias decisivas. Se traba, pero sigue. Vacílaba, y avanza. Levanta los ojos, al final. Me mira como si yo fuera su adentro, afuera.
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