11 de diciembre de 2008
Tarde de tormenta
Llueve tan fuerte que temo que sean langostas que caen en picada a devorar la tierra. De aquí al patio podría, si habláramos de distancias, haber el grosor de un vidrio. En cambio hay aire y vidrio y aire. De un lado, la marabunta; solo, yo, del otro lado. Algo me trae esta lluvia, esta tormenta de enero. En el rumor de esa plaga la voz que canta es la de mi padre muerto. Ahora, llueve; caen y rayan ahora las gotas el aire. El mundo soporta, resignado y gozoso, la fina acupuntura del agua. Adentro yo, sorbiendo el aire tibio electrificado; mi padre afuera, sombra que avanza entre langostas. Mi padre muerto que no vuelve. Lo proyecto como un haz en la neblina, ¿proyecto la lluvia, también?. A través del cristal, afuera, mi padre muerto. Yo, adentro.
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1 comentario:
De hecho, todo fue una proyección, por más fuerte que hayas creido escuchar, tanto a la lluvia, como a la voz que cantaba. Afuera hay nada.
Sonrisas!
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