Miranda

Despierta Miranda; el día ha llegado, amarillo de luz y de cielo celeste. Despierta ya de entre las sábanas blancas, tibias de su cuerpo, de su cuerpo perfumadas. Por esa ventana que da a la avenida (abajo, allá abajo) el sol con su viento revuelve cortinas blanquísimas; tules que bailan sobre ella como largos cabellos del amanecer: despierta desnuda, dormida, abrazada a un almohadón de pereza dulcísima ¿Oye Miranda los pájaros? Pasan apenas se enteran de su despertar y de su mañana. Despierta desnuda en su cama.¿Qué curva usará el resplandor de ese día?. ¿Por qué tobogán bajarán como niños las manchas de luz que el sol desparrama?. Miranda despierta y el día le canta canciones tan nuevas; canciones improvisadas. Es música que hace el volar de los pájaros, transcurre en el tiempo y recorre el espacio y se vuelve figura abarcable. Y dentro del cuarto, rodeada de objetos fantásticos, Miranda se mueve; convierte en materia los átomos, que flotan enloquecidos a causa del viento temprano. Las flores ahora son flores. El cuadro manchado revela sus formas ambiguas, no es más una sombra de rígidos bordes, es el busto fantasma de una negra luctuosa, que seduce a fuerza de tierra de siena cargado ¿Y el espejo? Se vuelve la puerta al abismo más hondo; es óvalo de luz, pozo de luz, de mundo, de Miranda despertando, de su piel envuelta en sábanas enredadas.