24 de marzo de 2009

Equidad



Ha caído el hermano de un andamio. No hay para él ni almuerzo ni feliz regreso a casa. La empresa dice no saber quién era ese muchacho, y que andaría buscando qué robar entre las lozas. El padre envía por carta saludos a la casa. Dice que el campo es frío y solitario y el dinero casi nada. Se congeló de invierno y de fatiga un compañero. Un hermanito ha muerto a causa de la mala leche de la madre. Ella no entiende por qué, come lo mismo que en el barrio rico, aunque ya no es rico lo que come. El hermanito, en el baldío lo dejaron. Los otros se duermen con los guardapolvos puestos mientras él llena el carrito. Para colmo el cartón está barato. Tiene la bronca que las uñas se le caen. La hermana mayor, nada se sabe. Si se muriera ahora de nada serviría. No habrá subsidio, ni seguro ni suicidio por lo tanto. Y no quiere contar de sus amigos que en el recital murieron, en el humo pesado como la tierra que los cubre. Y nadie nada. Y todos nada. Dice la Diva, indignada, por la tele: “El que mata debe morir”. Piensa lo mismo, lo mismo, lo mismo. Pero cuándo, cómo y quién.

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