13 de marzo de 2009

Limen


Se extinguía como se extingue la llama de una vela. Podían verlo todos, sus hijos, sus hermanos. El cálculo era fácil y era fácil predecir. ¿A quién sorprendería su muerte anticipada? La madre, por decir, lloraba de antemano. El hermano menor miraba en el vacío. Su padre repetía que no debe un padre sepultar su descendencia. Había un amigo, también, un buen amigo; suspiraba un pozo de tristeza conmovido y dejaba marchitarse las palabras futuras que a nadie más estaban destinadas. Dos hijos jugaban en el patio con impostado silencio. El tercero, mayor, jugaba, circunspecto, con sus dedos. Hasta el cielo, por respeto, escondía las estrellas. ¿Qué pasa con el mundo? El aire estaba fresco, era fresca la noche, llegaba del jardín un perfume de azahares; la madrugada estaba soplando las tinieblas. Solo las manos del esposo estaban en lo cierto, sostenían las suyas, sin gestos ni sudores. Las sabias manos del esposo, firmes, cálidas, la acompañaban. Se iba, se apagaba, al encender el sol.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Haiiii profe,, escribis taaan lindo!! ojala pueda escribir asi algun dia!! estoi practicando :P
ahh otra cosa,, cuando pueda,, busqueme mi cuento!! jajj
un saludo!! i le deseo de corazon lo mejor!!

Anónimo dijo...

pd: me olvide de decir que soi Giime Ponce de 3° de arte de ntra sra del valle! :) bye