17 de abril de 2009

El gato

En el borde, en la cornisa, al margen de la casa y del abismo, inmóvil, respira sin pensar el gato. Su pelo gris, uniforme y blando, se agita en la minucia de una brisa. Fuera del alcance de mi brazo y del deseo del vacío hasta la calle. El gato, el gato gris. De regreso del ser, sin enigmas que quiera descifrar. Se contenta con dejar que los enigmas se dispongan en los pliegues de su piel, mientras respira. Me alarman los misterios que se entibian y se crispan en superficie tan dócil, tan indiferente. Y sin embargo no es ingenuidad lo que derrocha el gato. Hay algo de cinismo en despertar preguntas que no se añora responder, para enrostrarlas a los otros. Se levanta de pronto, se estira y bosteza antes de dar un salto dentro. Lo recibo en mi cuarto y juraría que sonríe, si no lo viese bostezar de nuevo.

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