20 de abril de 2010

Batas

Hay en ese edificio del centro ventanas con cortinas, pesadas, de otro tiempo. Suelo pasar y las veo, como ojos cerrados engañosamente. Detrás de esos gruesos párpados con polvo, he visto algunas veces ancianas que se asoman, de pelo blanco y manos con lunares. Arrugadas, visten batas de seda planchadas con esmero. Hace tiempo no desatan el lazo que las ciñe. Lo que dieron a la luz y a los ojos de sus dueños, ahora es más prudente no mostrarlo. Miran la calle y aguardan la visita clandestina que no recibirán. Será la del muchacho, aquel que se llevaron los tranvías. O la del padre respetable, que vino y se fue pronto en un auto con chofer. Igual se fueron los tiempos del amor agendado y los regalos. Es inútil la espera y más inútil la desesperanza. Pero ven pasar a veces unas madres con sus niños, y lloran entonces el que no llegó o el que no les permitieron. Presas de esos departamentos, pájaros que se secaron, flores que el viento no ha arrastrado, todavía.

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