Ocupa aún
en el tamaño celular de una manzana,
a la vista los ladrillos, las ventanas rotas
y las puertas para siempre
cerradas, abolidas para siempre
la fábrica vacía y en silencio
su fantasma espeso
el territorio desdichado
No menos espectrales
la vemos al pasar e imaginamos
nocturnas excursiones
al corazón soñado
de un arrabal que no llegó a existir
y que tal vez hubiera sido el nuestro
Hubo una vez como fulgores
operarios sin nostalgias de campos ni de arroyos
que le dieron
una vida invernal de mariposa y pronto
desocupados
volvieron a llenar sus horas de vacío
fabricaron lamentos con sus manos
bienvenidas para sus hermanos de regreso
a la vida retirada
cansadora
que implora el ruido mundanal perdido
y encuentra su réplica en las cunas
donde incipientes aprendíamos el llanto.
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