21 de agosto de 2011
















Dicen de él
que no tiene ni casa ni refugio
que a paso lento
por las veredas deshechas
o las calles agrietadas con los pies
que sin tropiezo
saben pisar  lo seguro
va sin rumbo y carga
sobre sus hombros la bolsa
que llenan las soledades de los niños

Y sin embargo, amiga
nunca lo vemos pasar desde el rincón
de la cuadra con baldíos bajo el álamo
y la sombra
fresca que nos cubre del estruendo
solar y que nos gusta
habitar en el convite silencioso de la brisa


¿Cuántas veces lo esperamos agitados
mientras el corazón a los golpes
abría en el pecho un pozo hondo?
¿O era el hálito vibrante de tu cuerpo
nuestra  piel temblando cerca
lo que daba alimento a los ensueños?

Si el hombre se llevara
nuestros encierros tristes
lejos con su marcha inalterable
se enlazarían tus dedos con los míos
se abrirían los portones
de nuestro idioma de miradas

Esta tarde cuando se agiten las copas
y hagan nevar la luz estival sobre nosotros
esperemos bajo el álamo su paso
te aseguro, amiga de las manos que me buscan
que hemos de verlo y hemos
de visitar nuestros patios
Juntos prodigaremos adioses
a nuestra infancia sin besos




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