17 de agosto de 2011

















  Miramos 
de cartón y chapa
unánimes en el declive
que rueda y se detiene en el arroyo
                                                          las casitas
irregulares cubos de colores grises
siempre a las costas de la disolución
Y desde sus umbrales hasta el agua macerada
sus jardines
florecidos de bolsas de residuos

Desde las ramas de cinco paraísos
vemos, al atardecer
rosarse las nubes del cielo violeta
sobre las siluetas negras móviles
temblorosas de ayuno

Son ellos, pensamos, los que uncen
cada noche a sus caballos herrumbrados
las famélicas carretas
pesadas de deseos abatidos

Ellos
pensamos
esperan la oscuridad
para ir como grumos de la noche
  a la ciudad de distancia incalculable
sosegados
solitarios en sus clanes 

Pasan por el corazón de la barriada
con murmullo contagioso
y las ruedas y las patas de las bestias
conmueven el aire y el descanso de los padres
en sus cuartos sin revoque
nuestros padres que vibran como fibras concordadas
y rezan  a los dioses que abren brechas
que sostienen el techo y los colchones
y el reposo en las horas de la luna

Ocurre cada vez cuando las sombras
disuelven lo que ahora desde cinco paraísos
mientras el arroyo se lleva la luz 
nos mantiene de este lado
  a resguardo entre las ramas
           

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