20 de agosto de 2012


Del cuaderno violeta

La prosa, en general, debe tener la cadencia del viento en las copas de los árboles. Ese rumor que se mece le conviene. No se trata de monotonía pues las ráfagas violentas nunca faltan, incluso las brisas como soplos. La prosa no es el árbol ni es el viento, sino el resultado de un mutuo amor.