10 de agosto de 2008

PROYECTO DE NOVELA

El nudo







VIII


“Muchos años trabajé en la municipalidad”, dice Elsa y hace una pausa como si en esa primera frase hubiera más sentido del que sabe que le otorgo, “muchos años, desde que mi tía me hizo entrar. Y me fui, ¿sabés?, me fui porque tengo sensibilidad humana, porque una no puede pasarse la vida viendo la miseria ajena sin poder ofrecer soluciones concretas. La gente necesita un trato más cercano, más real, sin mostrador en el medio. La gente necesita que la escuchen porque todos tienen algo terrible para contar y te lo quieren decir porque para ellos es un consuelo, un descargo, ¿te das cuenta? Está muy sola la gente”, dice Elsa, “sola y triste”, hace una pausa y añade, conclusiva, “sin esperanza.”
Veo que sus manos se han juntado como en un rezo, al principio me parece un gesto un poco teatral, pero a medida que va hablando, desenvolviendo el rollo pesado de lo que cuenta, entiendo que en ella ese es un gesto habitual, reiterativo, vaciado del significado que de entrada le atribuyo.
“Así que me fui porque ya no me aguantaba ver tanta miseria y no poder hacer nada, porque desde ese lugar es nada lo que se puede hacer. No vienen a hacerte un reclamo. A pedirte vienen. A pedirte a vos. Viene alguien a decirte que se le está cayendo la casa encima y que si no le podés dar algunos postes para apuntalarla. Casa, dice. Rancho, te das cuenta enseguida. Tapera. Pero no le vas a decir mire señor, su casa se cae porque es un rancho de madera prodrida y cartón, más le conviene hacerla de material, vio, que resiste. No hacés eso. Y con el tiempo te das cuenta de que tenés que agradecerle al que viene por su rancho, por lo menos debe comer, entendés. La mayoría está peor. Ni te cuento porque sería largo e inútil, ¿para qué, viste? Lo que sí te digo es que un día me harté y me fui; mirá que ese sí que era un laburo seguro, quién te va a echar del municipio. Pero como mi marido trabajaba bien en otra cosa, chau, dije, puedo dedicarme a hacer algo más útil. Yo casi me recibo de asistente social ¿sabías?. Pocas materias me quedaron y por eso pude entrar en la O.N.G. En fin, otra historia que ya alguna vez te voy a contar”.
Me pregunto si Elsa quiere contarme algo sobre Lidia o si lo que busca es descargarse conmigo. Se ve que ella nota mi perplejidad, porque sigue:
“Te estarás preguntando a qué viene todo esto”, dice y hace una pausa; tiene todo tan calculado, todo su discurso, su historia, ensayada, construida cuidadosamente con recursos escasos pero con habilidad de vieja narradora de cuentos de barrio, de chismes, para precisar. “Vos sabés que así como muchos de los que venían a la municipalidad eran pobre gente, otros estaban directamente locos. Un loco puede ser la cosa más triste del mundo, sabés, la más divertida o la más fastidiosa. Con un loco todo es en extremo.
“ Así que había un loco que venía siempre, que siempre entraba llorando y se acercaba al mostrador para pedir por el hermano que, según decía, vivía en la calle y no tenía nada ni a nadie y que era, además, medio hijo de puta y que más valía que lo lleváramos a algún lado para que no jodiera más con sus bolsas llenas de mugre, que no es que a él le importara mucho, pero que era el hermano y que le partía el corazón verlo así; porque además, seguía, no soportaba que el hijo de puta lo mirara con asco, como si el que estuviera en la calle y en la miseria fuera él, que tenía su propia casa, humilde pero propia, y su platita, también. Ese mugriento, decía, se cree el rey de Francia. El rey de Francia, date cuenta, decía. Yo no respondo, decía, si un día de éstos lo mato a palos, porque encima sé que quiere robarse a mi hija, decía, ese asqueroso quiere a mi hija para hacerle cosas que ni las quiero pensar, así que o se lo llevan o termino matándolo, decía; es mi hermano y yo lo quiero pero una cosa es que sea familia y otra que quiera hacer porquerías. Así hablaba el infeliz, que la mayoría de las veces se caía del pedo que traía encima; loco y borracho, no debe haber cosa más triste. Vos ya te diste cuenta de que era el padre de Lidia”.

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