Más que un lector de poesía, soy un lector de poetas; y más que un lector de poetas, soy un lector de poemas. Me coloco en la línea, en el camino que algunos abren -a pasos lentos o a violentos machetazos- con su fraseo meticuloso. Esa vía me lleva hacia la música del poema. Y me gusta memorizarlos. No es que me asalten melancolías de alumno primario, es solo que los versos –así los siento siempre- son conjuros, imperiosos como mantras, con el poder de desgajarme de lo circundante. Así, me muevo entre las texturas que mi lengua y mis dientes y mis labios van tejiendo. Me enredo en ellas como entre plantas carnívoras. Acaso no lector, y ya aspirante. Pero el tiempo del que estoy hecho me subyuga de tal modo, que apenas logro sustraerme a sus urgencias. La narración me empuja, me dispara hacia arriba y hacia abajo. El poema, en cambio, juega a ilusionarme con una detención perfecta. Tal vez por eso me quedo repitiendo esos versos, andando surcos de estrofas parejas o dislocadas. Más que un lector de poesía, soy un sumiso oyente de lo quieto.
26 de septiembre de 2008
El pretendiente
Más que un lector de poesía, soy un lector de poetas; y más que un lector de poetas, soy un lector de poemas. Me coloco en la línea, en el camino que algunos abren -a pasos lentos o a violentos machetazos- con su fraseo meticuloso. Esa vía me lleva hacia la música del poema. Y me gusta memorizarlos. No es que me asalten melancolías de alumno primario, es solo que los versos –así los siento siempre- son conjuros, imperiosos como mantras, con el poder de desgajarme de lo circundante. Así, me muevo entre las texturas que mi lengua y mis dientes y mis labios van tejiendo. Me enredo en ellas como entre plantas carnívoras. Acaso no lector, y ya aspirante. Pero el tiempo del que estoy hecho me subyuga de tal modo, que apenas logro sustraerme a sus urgencias. La narración me empuja, me dispara hacia arriba y hacia abajo. El poema, en cambio, juega a ilusionarme con una detención perfecta. Tal vez por eso me quedo repitiendo esos versos, andando surcos de estrofas parejas o dislocadas. Más que un lector de poesía, soy un sumiso oyente de lo quieto.
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