Paso a nivel

Hay un paso a nivel con escaleras, en una calle oculta de un barrio inverosímil. Hay que andarse con cautela, como reza, elevado en sus dos patas, un mensaje oxidado. Desde el techo de hojas verdes y de ramas enredadas no llega casi el sol, apenas deja manchas en el teclado de adoquines desparejos, que piso al ir tipiando un texto en mi cabeza. El desnivel del paso –de ahí sus escalones-, los hierros oxidados y las expresionistas casitas de ladrillo, me llevan a la imagen de los barrios portuarios. Es sábado y no hay trenes. Es sábado y voy solo. El terraplén, delante, por el que van los rieles, impide que se vea lo que hay del otro lado. Será por la humedad o el óxido del aire; serán las casas chuecas o los siete escalones; será el verde profundo y total de la arboleda y esta sensación de puerto que viene desde dónde. Lo cierto es que de pronto estoy seguro: un río turbulento ha ocupado, barroso, la calle al otro lado; me esperan sus canoas para remontar las vías.