24 de noviembre de 2008

Ex-voto (a las chicas del Once)

Las chicas del Once tienen los pechos grandes como los melones maduros de la verdulería del peruano, y usan ajustadas remeras estridentes que les ciñen la cintura no siempre estilizada.
Las chicas del Once se pasean solitarias por los puestos de la avenida Rivadavia para irradiar su tibieza, y si alguien las mira en las pupilas, sonríen coquetas, como si ofrecieran su sexo en la vereda.
Al atardecer, todas ellas abandonan las viejas barandas de hierro de los balcones y salen a la calle, para que sus madres descansen su envidia o su nostalgia, y sus vecinos y parientes se refresquen la entrepierna en las canillas de los baños. Y a la noche, con sus cuerpos abundantes y una flor de plástico en el pelo, se paran a fumar en las esquinas para que los hombres viertan lágrimas de semen heridas de deseo, y sus pezones se animen y se decaigan, al saber que aquel que esperan vendrá de ese rebaño.
Las chicas del Once viven en la angustia de que nadie las tome enserio, como a hembras descartables que se han dejado embaucar, y el deseo de los hombres las divierte tanto, que con gusto se pasearían desnudas para que ellos se despedacen entre sí, frente al desdén de sus nalgas y a la humedad de sus vientres; mientras, buscan lo que quieren, con la esperanza puesta en el santo al que le rezan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay profe!!! jajajaj

La alumna chory