18 de noviembre de 2008

Proclama


Nos gusta esperar la noche, acodados en la brisa que se levanta en el ocaso; y celebramos las primeras sombras con contento irrenunciable. Nos gusta el verano, ciertamente, pero más el otoño cuando llega sin aviso y trae los fríos primeros y ese olor inconfundible de la humedad de la tierra. Cuando el invierno, esperamos el sol tempranero de la primavera y el polen que se desprende de las copas de los tilos. Somos así, disconformes. El estado de las cosas nos enturbia. Es la transformación nuestro sosiego, la confirmación de que todo no es, pero deviene. La muerte, creemos, se anunciará también en signos ciertos y llenará de oscuros regocijos cada sentido, cada fibra, cada idea. Si quieres unirte a estos amigos ¿qué dejarás de ser por la mañana?

No hay comentarios: