12 de agosto de 2010

Punto

Abrí los ojos y supe que no estaba donde yo creía. Había supuesto en mi arrebato un camino ondulado en medio de un barranco profundo y verde y pétreo, pero estaba en otra parte: una playa vacía con el mar furioso bajo un cielo negro de tormenta, pero no era eso, sino un sitio distinto: una vereda rota manchada de voluntariosas hierbas en un barrio de almacenes y bombillas atadas a los postes, pero estaba en otro lado: un cuarto con ventana a un cielo azul, que proyectaba nubes y palomas, hasta eso habría sido hermoso, pero un paisaje diferente me envolvía. Un punto, o dos, en el espacio. Incluso ahora: inasible, desplazado, innombrable.

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