15 de septiembre de 2010

Blanco nocturno, de Ricardo Piglia

Con gusto a poco






No hace mucho César Aira hablaba de los escritores que no escriben: “hay mucha gente que cuando dice en su juventud ‘yo quiero ser escritor’, en realidad lo que quieren es ser escritor en el sentido de funcionar socialmente como escritores, eso es lo que les gusta... Entonces escriben un libro cada diez años, con un gran esfuerzo, o recopilan artículos de manera que mantienen en vigencia su carnet de escritor. Por eso muchas veces he dicho... que no me gustan los escritores que no escriben”. Trece años después de su última novela Ricardo Piglia vuelve al ruedo de la ficción con Blanco nocturno, una novela policial que transcurre en un pueblo pequeño de la llanura bonaerense, cuya trama combina los recursos propios del género con cierta crítica social que establece un claro punto de vista sobre lo que se ha dado en llamar el “Campo”. Pocas veces ocurre en la literatura argentina que la publicación de una novela sea una noticia. Es lo que ha ocurrido con Blanco nocturno, tal vez porque Ricardo Piglia integra, más por sus ensayos que por sus cuentos y novelas, el reducido grupo de los escritores argentinos más destacados después de Borges, tal vez porque Blanco nocturno viene anunciándose desde el ’97, cuando Plata quemada ganó el premio Planeta. Lo cierto es que la nueva novela del autor de Respiración artificial fue una de las más esperadas de los últimos años. La pregunta es simple y, quizá, contundente: ¿alcanza? Cuando una obra genera grandes expectativas va de suyo que se espere un verdadero acontecimiento, una obra que sea un punto de inflexión, ya sea en la trayectoria del autor como en el panorama literario contemporáneo. Pero también es verdad que raras veces la expectativa se colma. Y es lo que ocurre con Blanco nocturno. Se trata de una “buena novela”. Eso es todo. Incluso puede acusársela de ser por momentos afectada y de tener fallas elementales, como lo convencional de algunos personajes y la inverosimilitud de ciertos diálogos. Un ejemplo de esto último: Croce, que declara ser un “pobre comisario de campo”, dice muy suelto de cuerpo algunas páginas más adelante: “Comprender no es descubrir hechos ni extraer inferencias lógicas, ni menos todavía construir teorías, es sólo adoptar el punto adecuado para percibir la realidad”. La lectura de Blanco nocturno decepciona más cuando se considera que se trata de la cuarta novela de Piglia en treinta años. Los “escritores que no escriben” deberían priorizar el oficio y ser más consecuentes con sus lectores. No todos pueden ser Juan Rulfo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Comparto plenamente lo que decis (¡esos diálogos son terribles!). Nunca había leido nada de Piglia. Supongo que esto no es lo mejor de él. Quizas la gran decepción venga de la maquinaria propagandistica que se montó en los medios antes de la salida de la novela.
JP