De entre los mechones altos
de pasto bravo
amarillento teñido con la adversa
luz de febrero
en tanto que seco como secos
sus cimientos alza
la casa a medias
unas paredes
que fueron ávidas
famélicas
Muestra como dientes apretados
sus ladrillos desparejos
la casa futura o ya tan solamente
su hipótesis
temblando por la refutación
latente a diario como un aura
emanada de esos muros
Ruinas antiguas de un propósito
en el que la mujer barría umbrales
mientras niños peloteaban en el patio
¿Qué fue de ellos y las manos
calladas y resecas
por las grisuras del cemento que domingos
tras domingos pretendieron imponerle
una aseveración a la nada?
La vemos a las tres
que es del desamparo
en su coto de caza
la hora del acecho
y en la que derivamos fugitivos de la siesta
paterna
del descanso turbio
que evalúa sin embargo
en su paz simulada
la distancia
que mantienen
de loza blanda todavía
nuestros techos
de esa interrupción como una vida
segada cuando apenas erigida sobre el suelo
Lo sabemos porque ayer
o poco antes
nuestros cuartos con los pisos de tierra
no supimos si emergían o si eran descendidos
a un destino de rastro
para futuros constructores
Porque persiguen al tiempo acaso a penas
nuestras casas abren trecho con la que callada
emerge o se sumerge
sofocada
en el pastizal del baldío
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