18 de mayo de 2013


Un libro que cuenta

Cómo usar un cuchillo, de Fernanda García Lao




¿Implica un riesgo estético escribir una colección de cuentos? Se trata  de un género cuyos mecanismos constructivos creemos conocer bien; un género cuyas manifestaciones parecen destinadas a brillar ocasionalmente por causas misteriosas.  La brevedad a la que se somete permite alcanzar sorpresivas intensidades, pero diluye pronto el misterio  (y entiendo misterio como el arte de mantener el desconcierto del lector más allá del punto final). Tal vez el riesgo es mayor cuando se considera  que la tradición del cuento en el Río de la Plata supone nombres que son, cada uno por sí mismo, una literatura.
Pero a veces ocurre que un libro de cuentos (y esa expresión sigue teniendo algo de mágico) consigue despegar de lo previsible y volverse un artificio capaz de provocar una continua sucesión de efectos, como golpes intermitentes que no se sabe de dónde vienen. Eso provoca la lectura de Cómo usar un cuchillo (Entropía, 2013), el libro de cuentos de Fernanda García Lao.
Cada relato es la historia completa de un universo efímero que obliga al lector  a moverse constantemente, para evitar –o para experimentar más plenamente- el choque que implica aventurarse en cada una de estas piezas sonoras. Como si se tratara de un carrillón compuesto de tubos de diversa forma y material, la música que produce Cómo usar un cuchillo combina el humor, la crueldad y la desesperación. Sus personajes deben atravesar situaciones que les exigen una entrega total, héroes de un mundo íntimo que no da recompensas.
 No se trata de una colección de relatos efectistas, “redondos”, fácilmente asibles, “perfectos”. Muy por el contrario. Cada cuento establece sus propias reglas de juego, su materialidad lingüística, su “personalidad”. Cada uno nos impone su propio cuerpo. Y al mismo tiempo, hacia el interior de esos verdaderos seres vivos, de una manera que recuerda al Di Benedetto de Declinación y ángel, las frases se entrelazan sutilmente, magnéticamente, como si fueran a disgregarse en cualquier momento: “Ave muerta se instala en garganta de pasajero. Imagine el plumeteo en esa epiglotis con boleto. El mar se duerme en una pierna, a un costado. Una mujer vestida de blanco se acomoda en el asiento. Un hombre opaco se escandaliza por el brillo de su pelo”.
Los libros que realmente cuentan son aquellos que no podemos abandonar impunemente, los que nos exigen el reencuentro, los que, a diferencia de “La voluptuosa” que “decide bajarse en la estación más cercana porque ya ha agotado su breve provisión de misterio”, permanecen en el tren inquietándonos con su gravitación. “Mensaje viscoso”, “Juicio final”, “Rudolf”, “Tiburones con rodete”, “Navidad impúdica” (elijo algunos al azar y no me decido) son parte de un libro bello y musical. Cómo usar un cuchillo revela otra faceta de Fernanda García Lao, cuyas novelas (Muerta de hambre, La perfecta otra cosa, Viajeras, La piel dura) ya habían demostrado la calidad de su escritura. Esta colección de cuentos constituye una inmejorable entrada al universo verbal de una escritora admirable. 

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