3 de noviembre de 2015

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Stevenson

Cuando era chico suponía que si alguien contaba el final de un libro cometía una crueldad imperdonable. No importa que a veces yo mismo leyera las últimas frases para calmar la ansiedad. Si elegía saber era asunto mío, pero nadie tenía derecho a quitarme el placer de la última revelación. Por eso tardé tanto en leer El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Quién querría encararse con un libro suyo secreto original era lo primero que se ponía de relieve al mencionarlo. Jekyll es Hyde y Hyde es Jekyll, el lado noble y el lado perverso, etc. Cosas oídas mil veces. Sin embargo, como cualquier lector endeudado, un día lo leí. Me sorprendió desde el principio…y hasta el final. Yo esperaba todo el tiempo la confirmación de mis verdades sobre él y lo único que hacía el relato era consternarme a cada paso. Me boicoteaba, me avergonzaba enseñándome que no podemos saber nada sobre nada, que cambiar de situación es cambiar de conocimiento y que hablar de libros que uno no ha leído (ese hábito universitario) como si todo estuviera dicho nos pone indefectiblemente en ridículo ante quien sí leyó y sólo puede funcionar entre dos alegres ignorantes. La novela de Stevenson basta para justificar su vida de escritor. Pudo no haber escrito nada más y no tendría importancia. Es mentira, por supuesto, que Jeckyll sea Hyde, o viceversa. Ahí es, me parece, donde reside la mayor fascinación. Son realmente dos sujetos, que se alternan en un mismo cuerpo, colapsado por esa convivencia insoportable. Gregor Samsa se transforma en un insecto y ya yo vuelve. Hyde debe luchar para hacerse un lugar en el mismo espacio que Jekyll. Gana batallas y las pierde. Jeckyll es más fuerte de lo que nos parece. Tiene a toda una sociedad detrás de él, a toda una Historia. Sin embargo, de algún modo, Hyde triunfa. Stevenson lo saca a la calle y encierra a Jekyll, de suerte que el médico resulta ser el escondido, hasta que al fin desaparece. El narrador no se detiene casi en reflexiones, avanza, las acciones se suceden, Hyde no da respiro, va de un lado a otro y comete aberraciones, mientras el Doctor, en su living, cree estar seguro, a resguardo de su propia monstruosidad. Y el pobre Utterson se mantiene consternado y cree averiguarlo todo cuando no averigua nada en realidad. El lector está igual. Hasta la última página no entiende, se pierde, siempre a punto de saber lo que sabrá más tarde. Y tardará mucho más en comprender.

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