14 de junio de 2016

30 años de la muerte de Jorge Luis Borges

Nunca dejó de llamarme la atención que Borges se muriera un día después del día del escritor. Mucho más cuando el 13 de junio se recuerda el nacimiento de Leopoldo Lugones, ese escritor al que Borges hostigó, con verdadera pasión, hasta destronarlo para ocupar ese lugar vacante. O acaso no fueron tan así las cosas. Lugones se había convertido en un escritor institucional, una figura que llenaba teatros, que pontificaba acerca de lo que era bueno o malo en literatura, de lo que era bueno o malo en política, de lo que era bueno o malo. La supuesta institucionalidad de Borges me parece menos evidente. ¿Qué importa que su nombre haya quedado unido al orgullo berreta del argentino medio, inculto por definición? ¿Qué importa que ese mismo nombre haya eclipsado el de otros grandes escritores del siglo XX argentino? ¿Qué importa que haya servido para que escritores sin talento devengan apologistas y virtuales directores de Bibliotecas Nacionales? ¿Qué importa que durante sus últimos años haya abusado con alguna irresponsabilidad, como un chico encandilado, de las entrevistas y las declaraciones? Nos quedan sus libros. Los libros de Borges son hoy, pienso, más que nunca un tesoro para los que leemos literatura, argentina y de cualquier otro lado. Su “erudición” proverbial, su precisión conceptual, su léxico de arcaísmos remozados, su rechazo del realismo, su internacionalismo, su argentinidad, su sarcasmo, sus arideces, son hoy más valiosos que en otras épocas. Entrar a Borges requiere un esfuerzo, una predisposición a sortear dificultades, una atención de otros tiempos, una aceptación de la relectura como consecuencia natural de toda lectura literaria. Azarosa o enfáticamente, la literatura de Lugones fue funcional al poder de turno. No así la de Borges, que sigue escapándosele a mucha gente, mentores de su nombre pero jamás lectores de sus libros. Yo, que he pregonado la “facilidad” de leer sus cuentos, sus ensayos, que he elogiado su claridad, su irrenunciable voluntad de no confundir al lector, hoy prefiero rescatar su pedantería, su dificultad, su enciclopedismo, sus extemporáneas pasiones filosóficas, su universo cerrado, que obliga a leer más Borges para entender a Borges. No sé. Hoy se cumplen 30 años de su muerte. Habrá homenajes, exposiciones, recordatorios de todo tipo. La escritura de Borges, sin embargo, nunca será para todos. Me gusta eso.

No hay comentarios: