10 de agosto de 2016

Las horas del día

Marzo, la calle

Todo canta esta mañana, no sólo los zorzales: los techos, los cables con rocío, las hojas amarillas lloviendo en la vereda. El otoño es la estación de los comienzos. Él camina hasta la casa de ella; pasa a buscarla y sabe de antemano que llegarán tarde adonde vayan; los besos adelantan los relojes. Necesita un mundo grande para caber en él los dos. Un mundo joven y veloz, como sus pasos por las calles. Tibio, como la boca que lo espera. Cuando la ve, la toma de la mano. Inician todo, como el sol. Aunque en el cielo éste de marzo no falten nubarrones, el rostro claro y los ojos de la amada sostendrán la luz para los días venideros. Así lo siente, así lo ve. Lo oye en la canción del día.



Julio, la casa


El mediodía es siempre un tiempo doloroso. El ojo de la tormenta de las horas. Hiere el sol, aunque es invierno, como la claridad duele cuando de golpe viene. Es cruel la madurez en la estación del frío. Tienen ahora la edad de sus padres, y los hijos se han marchado hacia alguna primavera. La casa, más vacía, arde con la ausencia de los ruidos. Están unidos, ellos, pese a todo, por la juntura entre la tarde y la mañana; un borde escuálido que asusta, el mediodía; filoso como las palabras con las que saben cortarse mutuamente. Pero aquí están, en la altura de las doce, atascados; equilibristas curtidos, pese al riesgo. Que empiece la tarde segura; que eche a rodar el mundo por la cuesta, que vuelva el movimiento. Que los saque del cenit y que los lleve.



Noviembre, un lago


Se ha puesto rosa el aire,como la piel de las muñecas. Las cosas del mundo abandonan la estridencia de la luz para el murmullo de las sombras: cuando todo se recoge, la primavera muestra su espalda de otoño. El sol se está ocultando y lo despide con la serenidad de los que despidieron las pasiones. Tiene a su hombre al lado; ella comprende que él se parece a la hierba, y sobre él reposa, sobre el sustrato de su cuerpo avejentado. Los años que vivieron no volverán ni los añora, sino sólo este presente de crepúsculo, en el que un hombro se dona para el reposo de otra frente. Son esas canas una hierba que declina, en esta primavera, en esta tarde.



Enero, el patio


El follaje espeso y negro, mecido por la brisa del verano, pone en el cielo la luna como un huevo. Hay un olor vital que se respira, un perfume de historia culminante. Se fue el sol hace tres horas y tres meses atrás se fue uno de ellos. En la silla de jardín, frente al follaje oscuro, frente al cielo con estrellas y el embrión lunar, piensa en el vacío de uno menos, en el fruto que el verano descolgó del mundo. Entre el canto de los grillos, y el canto de los gallos.



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