Estaba
en cuarto año cuando la profesora nos avisó que leeríamos El
Quijote. Recuerdo que en ese momento sólo pensé una cosa. Yo había
leído una versión infantil, un libro grande y hermoso que mi papá
me había comprado cuando era aún demasiado chico. A mi papá le
gustaba imaginar que yo iba a ser alguien importante, y quien sabe
por qué arrancó por ahí, acaso porque él era lector, acaso porque
apenas había hecho la primaria, acaso porque luego se arrepentiría
más de una vez de haberme regalado un libro y no una herramienta de
albañilería. Lo cierto es que ese primer Quijote me lo leyó él
mismo, en tardes de las que sólo me queda el ritmo impostado de su
voz. Cuando la profesora nos dijo que lo leeríamos, me puse mal,
porque recordé que ese libro de infancia ya no existía, porque yo
mismo lo había ido rompiendo y usando sus páginas para hacer
avioncitos que volaban tan bien que la mayoría se perdió en casas
de vecinos. A los dieciséis ya no jugaba con avioncitos y la escuela
me parecía aburrida pero importante. Le dije a mamá qué libro
íbamos a leer y ella fue y lo compró. Me salió veinticinco pesos,
me dijo, como si con eso yo debiera tener muy claro que había heho
un enorme esfuerzo. Tal vez fue la culpa, no sé, pero me puse a leer
el Quijote con desmedido amor. Tardé dos años en hacerlo. Cada
tantas páginas lo “cortaba” con otros libros; a veces lo
continuaba después de seis o siete libros más. Leí hasta la más
pequeña nota, porque el bueno de Riquer había hecho tanto esfuerzo
como mi mamá, él para anotarlo. Cuando por fin lo terminé, hacía
unos meses que trabajaba en la biblioteca de la escuela. Lloré.
Siempre digo, en broma, que era porque al fin lo había terminado.
Pero mentía. Lloré porque me había enamorado de Don Quijote y no
quería que se muriera, y porque además Sancho lo quería tanto.
Después volví a leerlo por partes, muchas veces. Como profesor, lo
dí. El Quijote es de esos libros de los que uno siempre puede
hablar. Lo tengo ahora delante de mí. El mismo de hace tanto. Pesa,
porque es gordo. Pero igual lo siento liviano como un avioncito de
papel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario